miércoles, 16 de abril de 2008

Escondido con la felicidad

Comprendió la razón por la cual
ya había perdido,
sentía, leve, una gota de alivio;
caía la tarde miope.

Fueron pasos secos
llevándolo hasta el destino que, inexperto,
lo esperaba.
Las sensaciones eran a sólo cadenas,
murciélagos blancos, un mar de piedra.
Lo vio siempre sin cerrar los ojos:
su piel cuarteada deshaciéndose con el
tiempo. Es culpable como todos y lo sabe.

La noche parecía un sin fin de lunares
blancos en un paño azul.

Emiliano D