sábado, 27 de septiembre de 2008

con el pecho de acero

Eramos dos cruzando el río,cruzando la frontera cargados hasta las orejas. El otro, sudando, con palpitaciones (podía ver la arteria de su cuello a punto de estallar) silbaba para no demostrar su culpa. Yo fumando; un viento húmedo nos envolvió, y el campecino que manejaba la lancha en plena madrugada seguía callado.
-Cómo es la cosa, ahora... digo... -Se atragantó con palabras.
-Quedate tranquilo, sólo tenés que pasar... -Dije pensando muchas cosas.
La noche cerrada, una luz fina entre los arboles. Llegamos a la costa, descargamos la mercadería, y ante la primer distracción empujé al otro barranca abajo. No sobrevivió. Esa es la ley de la selva, hay que estar atento.

martes, 23 de septiembre de 2008

Boludos

La última vez que vi a un boludo, intenté esquivarlo escondiéndome detrás de un árbol, pero como buen idiota me vió; terrible trajedia la del boludo que no paró de hablar toda la maldita tarde. Ojo: hay boludos peligrosos. Que se les caen las cosas o viven pidiéndo chances que siempre desperdician. Hay de todo tipo, heterosexuales, comilones, anarcoboludos, boludos troscos, boludos de derecha. Yo tengo un amigo sumamente boludo, y su nombre es un adejtivo calificativo de lo más bajo. Pero acaso... ¿se puede querer a un boludito? Sí. Pero a distancia, a no olvidarse que la pelotudez es una enfermedad contagiosa y si uno se rodea de tarados, se convierte en algo peor. Ya saben, los giles abundan, a no equivocarse cuando eligen con quién sentarse en el colectivo, o en una nueva materia de la facultad, un boludo espera agazapado la chance demostrativa, asquerosa, y amada por su mente chata.

cuando tenías ganas de matarme...

Consolidado en la insoportable tarea de penetrarte, ahí donde otros han fallado, es el agujero claroscuro que sobrepasa tu sonrisa de cristal, me debato, no rengo sino inconforme cómo amalgamarme a tu piel. A tu piel de acero quirúrgico vencida por la insolencia de mi boca estéril. O del miembro que disimulo tener y no tengo. Más allá de los ojos veo fotos familiares, tu casa en confortable y empalaga. Por eso debo irme antes de ser un nadador en la pileta vacía, buscando el mar en plena montaña.
Sudo. Enroscado dentro tuyo, dentro del agujero marrón, dentro de mi vida negra salpicada de luz blanca. Sí. Era yo el preso y vos la esclava.
-A qué hora te vas? -Pregunta.
-Con el sol. -Digo sin hablar.
-Es de día.
-Con el sol de mañana. -Respondo irónico.
Mirás por la ventana, veo sus piernas finas (huecas) y las nalgas flacas. Tu espalda lisa decorada por la enredadera negra que es tu pelo. Mí pelo. Porque te agarro bien fuerte todas las noches que fueron ayer. Y la cama tiene olor, y yo no me voy de acá ni muerto. Aún viéndote con el cuchillo en una sombra nítida. Aún suponiendo que la sangre no sale de las sábanas blancas.

martes, 16 de septiembre de 2008

Vos anotame, después vemos...

En la guerra las trincheras suben un poco su nivel de aceptación, más que en la vida real donde nos guardamos diariamente. Acobachado, espiando mis propios movimientos veo el día llegar enfermo, asqueado de tanta vida monótona. De tantos rostros grises. Peleo entre las sábanas para volver a caer solo en un rincón oscuro: en penitencia. Hablo con las voces, saludo de reojo a las ansias que me atan, sí son cadenas de metal y chocolate amargo, sí, lo son, pero nunca dejan de perderse en las mismas calles.
Bombardean a tiempo, cuelgan sus medias sucias, y yo con tenedores entre dientes y mordidas de cartón saludo, al desfile, sideral.

martes, 9 de septiembre de 2008

Lo único que falta es que cierren las cuentas....

La vieja turra subió de nuevo por mis escalofríos lumínicos, es decir, sentí sus garras entre los ojos, sentí sí, su aliento atómico, febril.
-¿Le preguntaste por qué?
-No, esas cosas nunca se preguntan. –Contesté.
Caía la tarde y los árboles jugaban tenis de same (mesa) y nosotros sentados, parados, corriendo plácidamente alguna locura descartable. Qué pedirle a la mujer entregada. Podemos dejarla morir de frío, o atropellarla con nuestra inconformidad. Yo espero el viaje siguiente, o por lo menos: espero.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Transporte púbico

Goza. Goza mientras me masturba turbada, con los ojos enceguecidos y la boca seca del placer. Hay en sus ojos un halo de deseo oculto, enfermo. Babea. La muy puta babea y se moja sola, sin necesidad de tocarse. La gente mira sin mirar, los pasajeros inertes mueren en el viaje, algunos volverán a vivir, otros nunca estuvieron vivos.
La gorda me masturba y yo, roto, deshidratado de hormonas, furioso en vez de sonrojado echo una eyaculación titánica. Un volcán genital aullando. Deja de tocarme, me mira, sonríe tímidamente. Llegamos a la estación, bajo untado en crema. Ella sigue su viaje, esperando gozar nuevamente. Ella. La muy puta. Puta.