martes, 27 de mayo de 2008

La leyenda del mano rara

(...) Del dolor se aprende mucho más que de la felicidad. Siempre lo supe. El cheque llegó como de costumbre a término, o a principio, o en fecha; importantísimo. El reflejo del sol daba de lleno contra el asfalto entibiándolo, subí por la escalera contando cada uno de los billetes. No faltaba ni una moneda, pedí un poco de cambio para poder moverme; la última suma fija que recibía, hice la cuenta nuevamente: a una persona normal, la suma le alcanza para vivir unos dos meses tranquilamente, en mi caso, haciendo algunas excepciones, tres, incluso tres y medio. La ventana daba al jardín, que como todo monoblock terminaba en la vereda. El aire cálido, señales de un buen día, hice té, un té inglés que supe robarme de algún café o vaya uno a saber cómo llegó a casa. Conté nuevamente los billetes, los puse en un sobre guardándolos en el zócalo suelto, atrás del placard.

domingo, 25 de mayo de 2008

Quietud

Habíamos caminado por horas, el desierto de la calle gris plomo asfixiaba.
-Extraño el sol. -Susurró.
Preferí callar, o dejarme llevar por la gotas de rocío cayendo como una cortina metálica. El aire denso, pegajoso. Preparé uno de los míos.
-Cosecha personal... -Dije austero.
-Un gramo de luz en las tinieblas.
Su voz fue eco, y se deshizo en la soledad de nuestras iluciones. A lo lejos un motor; pasos. El río estaba tranquilo; fumamos, fuimos uno sólo suspiro.
Más allá del puente, entre el frenesí de la ciudad, una sonrisa vertical nos espera.

viernes, 23 de mayo de 2008

Sólo dos

Llovía como si nunca fuese a parar, quizá debía pedir unas vacaciones a mi tiempo libre.
-Siempre pensé que estabas equivocado. -Dijo, sacudiendo la nariz.
-Es dificil entenderlo...
-¡No! Es demasiado lógico...
Afuerra una luna tímida nadaba. El silencio nos volvió a llenar, esperamos inquietos el amanecer.