martes, 16 de diciembre de 2008

en fechas raras

El humo bailaba de lo lindo en la ventana con tu luna y las estrellas jugando al ajedrez. En los días de soledad hay fichas que caen de golpe, sin anestesia, igual a cuando te olvidas algo en un viaje, y esa vez que te fuiste las cosas quedaban bien por la mitad, imitando a esta luna que te sonríe. Cómo no sonreírte; entendí después unas cuantas charlas más allá de la luz artificial. No. Las miradas no son candados pero sí llaves, agujeritos en el cielo, puntitos blancos. Y yo con las arrugas del humor y la melancolía de todos los suspiros juntos comprendía lo fugas del tiempo. Todo el tiempo que nunca tuve. El hombre de pelo largo me despertó esa mañana con unas cuantas palabras correctas. Lamentablemente tenía razón. Hablás dormido, dijo, y dejando la ventana abierta señaló afuera. Detrás de las montañas (y perdón querido lector por seguir insistiendo con lo mismo) un río nacía de golpe, su fuerza formaba una espesa nube blanca. Y la espuma de la costa era coqueta. Y ahí nos fuimos a nadar, con el hombre de pelo largo. Con vos.

-¿Ahora hablás con el lector?
-No. Hablan ellos conmigo. -Respondo irónico.
-¿Viste la luna? -Pregunta mirando por la ventana.
-Esta más linda que nunca...
-¿Como sabés si no la viste?
-Estoy escribiendo sobre ella. -Contesto- Y ya sabés, a fumar afuera.
-Idiota.
-Adicto. Soy sólo adicto. –Dije y le di mecha.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

cuando no tengo ganas de reirme

Una vez cruzado el puente no podés volver, dijo el hombre de pelo largo; lo crucé. Y el mar caudaloso estalló contra la costa quieta, miedosa. Había cruzado por todos, por ella, por ellos, por mí. Sobre todo por mí forma egoísta de bajar al mundo. Más allá del cielo, desde lo alto de la montaña. Y desde arriba se ve todo. El hombre de pelo largo aspira el aire de todos, lo escupe, vomita quizá la solución histriónica de un problema. Pero yo, que la tengo tan chiquita, y mi pecho es agujero oscuro, saludo sin dejarlo subir. Estoy del otro lado. Más cerca del sol que ninguno. Les aviso, acá quema. Arde el inconsciente de los quietos, de los observadores. El fuego me abrasa, ya sin forma de liberarme caigo rendido al calor del volcán, de tus poros hablantes.
El hombre de pelo largo se fue, ofuscado. A veces es difícil que cambie de opinión. Y de piel.

-Estás metáforas son horribles. –Me dice, enciende un pucho.
-A fumar afuera, aca sólo…
-Sos un forro.
-Soy un poeta. –Sonrío, enciendo uno de los míos.
Afuera el viento caliente lo envuelve seco, es un golpe en la sien. Yo me quedo donde está el aire, mirando por la venta, que es tan chica como el mundo.